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Resultan que quienes en nombre de su naturaleza corrupta e inutilidad práctica, se “desgarran las vestiduras” defendiendo una democracia funcional a sus intereses, acusar al gobierno de amordazar la libre expresión, son los primeros en utilizar bandas de hampones prepagos para ocultar la verdad a voces.
Masacres como las de El Aro; La Macarena, Meta o más precisamente la de La Escombrera de la Comuna 13 de Medellín, son una realidad tan contundente, como la complicidad de las Altas Cortes a la hora de encubrir a los culpables. Algo similar a tratar de tapar el sol con los dedos de la mano.
Lo peor de todo es buscar reparos a lo que no tiene justificación alguna: La muerte de personas, nivelando la ley al accionar de la delincuencia frente al descontrol de la criminalidad. Sería similar, por ejemplo, a combatir la desocupación financiando a un grupo de personas para salir a la calle a matar a todo aquel sin posibilidades de trabajar.
Pero al no poderse refutar los sucesivos intentos de instalar mentiras en la conciencia ciudadana cuando hasta los responsables de generarla conocen los hechos, la respuesta suele ser primero la descalificación, la agresión y por último, la acción directa.
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La vandalización de los muros pintados en solidaridad con las víctimas del terrorismo de Estado, hace parte de la utilización de todas las formas de lucha por parte del establecimiento, a fin de intentar acallar ya no sólo la memoria histórica, sino la voluntad de cambio de un país entero. Por lo tanto, borrar que "LAS CUCHAS TIENEN RAZÓN", es restarles entidad, importancia a las mujeres buscadoras de nietos e hijos. Negar, volver irrelevante el eco de un mensaje contundente contra los crímenes de ayer, de hoy y de mañana, independientemente del actor armado responsable.
Así, en un contexto histórico donde el uribismo nazi fascista, la derecha más retrasada busca imponer los intereses de sector a la demanda de las mayorías, envalentonada ahora por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, pretende salir de lleno a golpear la evidencia incontrastable de los hechos.
No les alcanza cobrar sueldos millonarios dentro del Congreso, de las corporaciones locales, con el objeto de salir a impedir ferozmente la democratización del país, a partir de modernizar, de volver transparentes a las instituciones: Necesitan aplacar, destruir hasta las voces gritando desde las paredes cuando el poder del dinero no las puede terminar de silenciar.
Por esa razón de la noche a la mañana, los líderes sociales, los talentosos artistas y escritores populares, de ser tildados de “marginales”, de “mariguaneros”, en esa conspiración compulsiva por desfinanciar el arte o la cultura, de tratarlos como si fueran “saltimbanquis”, los hicieron “mutar” a “milicianos civiles de la insurgencia guerrillera”. ¡Oh, casualidad! ¡Los mismos que financia el uribismo para “descomponerle el país” a Petro, saliendo a vender seguridad de cara a las elecciones de 2026! Una vieja receta a estas alturas, de amplio “dominio público” …
Ataques e invisibilización
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Aunque no se conoce a ciencia cierta la identidad de los responsables de vulnerar el derecho a la libre expresión, utilizando muros sin afectación de propiedades ni terceros, es posible reconocer de primera mano a quienes están detrás, más allá de las provocaciones aisladas de supuestos fanáticos de su propia miseria humana.
Lejos de tratarse de un juego donde unos tapan cuanto otros pintan, existen grandes intereses de importantes sectores de la vida nacional de impedir la completa toma de conciencia cívica en pleno despertar, luego de la primavera política experimentada durante los días del Paro de 2021.
De allí la decisión deliberada de abortar cuanto no sirva de caldo de cultivo al continuismo, la corrupción, la ineptitud y el asesinato, como último recurso de impedir a rajatabla el cumplimiento del mandato popular que llevó a Gustavo Petro a la Presidencia de la República.
Tapar las paredes con pintura gris, desvirtuar los mensajes allí expresados, tacharlos, golpearlos o en su defecto eliminar físicamente a los creadores de los mismos, ni siquiera es producto de luchar contra las ideas de izquierda que tanto inquietan a los millonarios y al séquito de pobretones “comiéndoles cuento”.
Se trata de restaurar la pantomima de la “demostración de resultados” en la supuesta lucha contra la insurgencia, mediante la utilización de los brazos armados de la derecha -el paramilitarismo, las bandas criminales- dedicados a la venta de armas, el narcotráfico, sin ninguna diferencia social con sus eventuales antagonistas de izquierda. Desde luego, el verdadero objetivo será la limpieza social, el exterminio sistemático de los referentes o militantes territoriales, encargados a la postre de hacer públicas las inquietudes que muchos callan por indiferencia y hasta temor.
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Por el otro lado, en ese nefasto proselitismo criminal que llevó a los colombianos a padecer la peor crisis de su cruenta historia, sabedores del profundo repudio de la juventud hacia el uribismo, a la nefasta politiquería de la derecha populachera, al continuismo le urge no perder “a la gallina de los huevos de oro”: La dependencia de la gente en la clase política, los contratos temporales, la mendicancia al interior de los directorios, cuando todo esto no sería necesario si el país estuviera desarrollado, en marcha y por ende, la población fuera en general autosuficiente.
De allí la planificación de la derecha de una era “post Petro”, donde poco después de la supuesta recuperación del Gobierno se vuelva a recrear la vieja “máquina de impedir” en la cual los “llevados del bulto” no tengan más salida que ser funcionales a la falsa democracia de un régimen minoritario impuesto.
Las sucesivas cabezas cortadas aparecidas en distintos barrios de Pereira y Dosquebradas, emulando a las represalias los carteles mexicanos, son apenas la “pequeña muestra” del futuro teatro de operaciones del uribismo o la derecha. La finalidad es reprimir los sucesivos llamados a la libertad, al justo reconocimiento a las víctimas, así provengan de los muros como último bastión de la resistencia pacífica del resurgimiento de la conciencia social. Si con un gobierno progresista actúan de esta manera; ¿cómo lo harían en caso de recuperar el poder?
En semejante ingeniería diabólica, no faltaran quienes “sueñen” con los constantes atentados, el exterminio de quienes se opongan a los sucesivos atropellos, incluso volviendo a tener el beneplácito de buena parte de la opinión pública mientras la restante busca, llora, reclama verdad y justicia por sus muertos sin respuesta.
Y para impedir la recreación de dicho experimento social perverso en detrimento de la inmensa mayoría, es imperativo seguir pintando los muros de Colombia entera, hasta que deje de ser una amenaza tan peligrosa como despreciable.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*
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*Periodista, escritor, poeta, actor y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante del CIRCULO DE POETAS IGNOTOS.
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