Monómeros nació en diciembre de 1969 con una participación inicial de entidades como el Instituto de Fomento Industrial, Ecopetrol y el Instituto Venezolano de Petroquímica.
Con el paso del tiempo la firma fue ocupando mayor participación del mercado colombiano haciéndose con la operación de Cargill con la cual entró de lleno al negocio de los fertilizantes.
Sin embargo, en el año 2006 durante el gobierno de Álvaro Urbe Vélez, el Estado colombiano decidió vender su participación del 47,24% al socio mayoritario Pequiven por el monto de $125.504 millones. A finales del mismo año, la estatal venezolana adquirió las acciones que poseía un inversor neerlandés y tomó el 100% de la firma agroindustrial.
“Uribe le entregó la empresa en la que se sustentaba la seguridad alimentaria del país a su archienemigo. Desde ese día, Monómeros es una empresa venezolana con sede en Colombia que quedó al garete de la guerra fría entre dos países hermanos. Guerra inútil y catastrófica que ha producido las mayores pérdidas a ambos países, desde que llegó Colón con todo su batallón“, señaló Pedro Luis Barco Díaz.
En 2017, el gobierno de Donald Trump metió al régimen de Maduro en la lista negra de la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro (Ofac), más conocida como ‘Lista Clinton’, lo que afectó gravemente el funcionamiento de la empresa.
En 2019 la Asamblea Nacional juramentó a Juan Guaidó como presidente interino, creando un demencial monstruo bicéfalo en el vecino país. Por su parte, Estados Unidos, para asfixiar el régimen de Maduro, endureció las sanciones contra la petrolera estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) y contra los demás activos venezolanos en el exterior.
Como consecuencia, Guaidó y los partidos de la oposición se tomaron la empresa Monómeros con el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea, el Gobierno de Colombia, entre otros. De inmediato, el Departamento del Tesoro levantó las sanciones y restricciones a la empresa.
“Fue la época en la que el presiente Duque, eufórico, se atrevió a decir que “a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas porque hay un nuevo régimen institucional que se está creando”. Pero las cosas no sucedieron así. La euforia por Guaidó languideció y los partidos del interinato que pretendían dizque salvar la empresa –ya sin las restricciones de la Lista Clinton– metieron personal directivo sin ningún tipo de experiencia en la industria de los fertilizantes, la convirtieron en un botín burocrático, destrozaron sus finanzas, la corrompieron y, finalmente, la quebraron“, asegura Barco Díaz en su artículo.
Fuente: AL PUNTO
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