Escribe: ZAHUR KLEMATH ZAPATA*
zkz@zahurk.com
Al principio de nuestra historia éramos simplemente salvajes que corríamos de lado a lado buscando que comer. Todo era normal, natural y nada impedía que nuestras vidas se juntaran y dieran nuevas vidas. Todo siempre fue bueno no hay porque negarlo.
Los días y las noches se juntaron en un eterno abrazo y el tiempo se fue deslizando como si fuera una aureola que cubriera nuestro horizonte. Más un día como ocurre en todas las historias nos fuimos apartando los unos de los otros y cada cual fue creciendo en diferentes latitudes donde encontró su propio reposo.
La historia genética nos cuenta que nuestras raíces son las mismas con variantes como los ríos tienen cuando nacen hasta convertirse en un caudaloso río que termina en el mar. Todos ahora estamos en ese mar viviendo y luchando para poder sobrevivir a lo que no sabemos qué vendrá.
En los últimos milenios hemos desarrollado creencias particulares que nos hacen creer que somos diferentes y que unos pocos llevan en sí un distintivo que los hace superiores a los demás. Ellos creen que eso es verdad por estar en posiciones nacidas por las circunstancias que de otra forma serían parte de la multitud que deambula por las calles de cualquier ciudad.
Todos hemos nacido por circunstancias diferentes, aunque creamos que la de cada uno fue particular o simplemente un accidente o un brutal ataque en una noche de luna llena. Pero estamos aquí eso sí es verdad.
Hoy que la sociedad ha crecido y ha establecido sus parámetros nos miramos y tratamos de ubicarnos en el mejor sitio para poder estar cómodos y así observar el paso de los días y quienes por el frente de nuestra mira pasan. En ese mirar podemos distinguir a veces las diferencias que existen entre las cosas buenas y malas.
La vida no es simple, a pesar que lo es, pero nosotros somos tan complicados que todo lo que vemos lo comparamos y nos olvidamos que somos una clase de seres humanos hechos de amor y retazos, pero no lo vemos así porque cada uno lleva muy adentro su propia orquesta que solo toca cuando todo el mundo se va.
Cuando me miro al espejo a veces no me reconozco porque pienso que mi otro yo salto fuera del espejo y no lo puedo alcanzar porque está más allá en la distancia que nos separa de la realidad y el sueño. Y es aquí donde todos nos encontramos buscando esa clase que nunca tuvimos pero creamos para sentirnos importantes frente a la realidad de los acontecimientos que se suceden cada día.
Despierta, despierta, hay un voz que se repite detrás me dé mí no como un eco sino como una exclamación de miles de voces que gritan que todo va a estar bien.
*SEO del Diario EL IMPARCIAL. Poeta y filósofo estadounidense de origen colombiano.
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