Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*
El mismo día que se postergó la aprobación de la Reforma Laboral, la cual será tratada a partir del 20 de julio del año entrante, lo paradójico fue encontrar pobres, pensionados, desfilando junto a los riquillos para que no se paguen las horas extras, dominicales ni festivos, como si se tratara de una maniobra perfecta de la oposición.
Lamentablemente, la democracia colombiana no tiene la cobertura para responder a los legítimos intereses populares, cuando el control lo tienen quienes, de espaldas a la gente, no dan ni siquiera quorum. De hecho, las redes sociales lograron viralizar a congresistas asistiendo a obras de teatro, cuando debían encontrarse en el magno recinto votando el proyecto.
Al margen del colorido detalle, son los intereses de sector poniéndose de acuerdo para seguir viviendo del subdesarrollo del país a través del obrero, del campesino, del empleado bancario, del docente, de todo el espectro asalariado, aunque a algunos les cause vergüenza considerarse trabajadores por asociarlo a la pobreza.
Esta, junto a otras falsas conciencias haciendo parte del molde social encomendado a medios masivos o “alternativos” de comunicación, posee el principal motor en el Congreso de la República, donde concluyen sus ramificaciones para darle fuerza de ley a los distintos acuerdos de cúpulas. De hecho, se encuentran mejor representadas en el Congreso de la República que el propio pueblo, formalizando y dando imagen de consenso democrático a decisiones tomadas a espaldas de la ciudadanía, dentro de reuniones privadas u oscuros directorios.
Pueden aparecer gobiernos magistrales, con los mejores proyectos, aprobados de forma masiva en elecciones. Pero si el mandato popular supera la compra de votos, el poder de empresarios, terratenientes, ganaderos, parece destinado a sucumbir por los artilugios de la última línea de defensa del establecimiento, donde deberían ya no ponerse las trabas más insólitas, sino realizar la decisión de las mayorías.
En lugar de hacerse efectivas las leyes, los hábiles artilugios llevan a un sector minoritario a dividir al otro devenido en “partido de gobierno” para consolidar su burocracia, pero vendido al mejor postor al momento de obstaculizar el sentido de bien común sobre el cual debe sostenerse cualquier sistema democrático. Basta con inventarse cualquier propósito o escrúpulo, para incrementar las billeteras.
Mientras tanto, la Colombia verdadera, la subterránea, pasa hambre, carece de oportunidades, se desangra y desvanece sin remedio ante la indolencia de los profetas de la guerra perpetua, los enemigos de la paz, la complicidad de los asesinos asociada a la corruptela de los falsos, mezquinos y mediocres. Entre otras cosas, porque gracias a las grotescas maniobras de los avivatos, la Reforma Laboral deberá ser tratada recién el año entrante, junto a los cambios necesarios que pueda aportar en beneficio de los trabajadores.
Dilema
Por primera vez en más de doscientos años de Historia Patria, el Gobierno del Cambio de Gustavo Petro fue el único en pasar de los dichos a los hechos. Su auténtica vocación democrática, se ampara en el profundo respeto a las instituciones por más imperfectas que sean, con el inobjetable anhelo de mejorarlas.
El intento de hacer aprobar las reformas Laboral, Pensional y del sistema de Salud, a través de mecanismos constitucionales ordinarios aún corrompidos por los intereses mafiosos, es la mejor prueba al respecto.
En su filosofía de inclusión, nunca se sintió omnímodo ni actuó de forma autoritaria, como ocurrió en otros países donde la sociedad entera demandó a las administraciones de turno obedecer la voluntad mayoritaria, frente a clases dirigentes ajenas a las circunstancias, obstinadas en continuar anteponiendo a rajatabla el sistema de privilegios.
No obstante, si el Pacto Histórico surge del entendimiento de los sectores postergados a fin de desarrollar el país, crear empleo, mejorar la productividad, la educación, la salud y cuenta además con la aprobación comprobada de más del 50% de la población, tras ser electo con alrededor de casi 12 millones de votos; ¿entonces qué?
Colombia ya optó por un cambio real. En esa perspectiva; ¿vale la pena someter la decisión irrevocable de la inmensa mayoría a los buenos oficios de las leyes, de las herramientas de la legalidad, cuando son manipuladas al antojo de delincuentes, de enemigos sociales, utilizando la libertad de pensamiento y expresión, en defensa de sus intereses espurios?
¿Quiénes se benefician de la aprobación de las reformas? Todos, incluyendo a los que son capaces de marchar contra un Gobierno capaz de beneficiarlos, defendiendo sus derechos e intereses. La sola excepción, son las sanguijuelas, garrapatas o pulgas, empeñadas en chuparle la sangre al erario público, al ciudadano de a pie, del cual “se vienen a acordar ahora” cuando toda la vida le dieron la espalda. De allí, las razones del rechazo a los que conformes en compartir el mismo destino de sus iguales, se manifiestan contra el pago de festivos, dominicales, recargos nocturnos, a favor los responsables de quitarles el pan de la mesa y “de ñapa”, quieren “tumbar” al gobierno que “se lo pone”.
Queda la pregunta del millón. Omitiendo los excelentes representantes, senadores e incluso los diputados, concejales, buscando traducir en hechos la voluntad popular a veces bajo amenaza de vida en las regiones; ¿vale la pena quedar pendiente de la aprobación de un Congreso, capaz de votar la flexibilización laboral en tiempo record, sin contar los sucesivos aumentos compulsivos de sus sueldos? Estremece el mero hecho de pensarlo.
¿Quién ganó las últimas elecciones presidenciales? ¡Petro! ¿Quién es el principal impulsor de las reformas? ¡Petro! ¿Quién lo “montó” para hacerlas realidad? ¡La gente! ¿Se aprobaron las reformas? ¡Todavía no! ¿Y la Reforma Laboral? ¡Esa no, porque algunos de los responsables de aprobarlas en representación de los colombianos, votaron en contra o directamente, faltaron a la sesión para vetarla! ¿No era que casi todos se hicieron elegir, prometiendo dizque llevar a Petro al poder, aprobar sus proyectos, las reformas? ¡Sí! Repito la pregunta: ¿Cuál fue el candidato más votado? ¡Petro! Entonces; ¿por qué no pasó la Reforma Laboral? ¡Porque los que perdieron las elecciones lo impidieron! Algo no cuadra; ¿verdad?
¿Será que conviene al Pueblo volver a salir a las calles para hacer su Soberana Voluntad sin porteros ni esquiroles, como durante las jornadas del Paro Nacional?
*Periodista, escritor, poeta, actor y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante del CÍRCULO DE POETAS IGNOTOS.
Comentários