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Nuevas tecnologías; ¿responsables del suicidio en adolescentes?

Los expertos se preguntan si el aumento de suicidios en los jóvenes tiene que ver con el uso de las nuevas tecnologías.


El reciente suicidio de Ana Lucía Fuentes, una estudiante de la Universidad de los Andes, conmocionó esta semana al país. El domingo 26 de noviembre la joven fue hallada sin vida en su apartaestudio del barrio Santa Bárbara en Bogotá. La noticia recorrió los medios nacionales no solo porque era la hija del secretario de Hacienda de Valledupar, Eudes Fuentes Mejía, sino porque según las primeras hipótesis, la dramática decisión habría tenido que ver con un video publicado en redes sociales. En este, el joven con el que aparentemente mantenía una relación aparecía besando a otra mujer.


Aunque se trata de apenas una hipótesis, el interés mediático que ha despertado el caso coincide con un debate vigente en el mundo: qué tanto están afectando las redes sociales la salud mental de las nuevas generaciones. Un estudio publicado recientemente por expertos de la Universidad Estatal de San Diego, Estados Unidos, alerta sobre el tema. Jean Twenge, investigadora y autora del informe, afirma que la cantidad de tiempo que los jóvenes pasan frente a una pantalla está estrechamente relacionada con el aumento de la depresión y el desarrollo de las conductas y pensamientos suicidas de los adolescentes.


Por eso ella asegura que esta “no es una buena fórmula para propiciar la buena salud mental”. Para respaldar su teoría, la psicóloga cruzó las cifras de suicidio en Estados Unidos con más de 500 encuestas anónimas realizadas a jóvenes desde 1991 por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Encontró que el único cambio drástico que habían tenido los adolescentes entre 2010 y 2015 -periodo en el que aumentaron los suicidios en ese país- era la cantidad de tiempo que pasaban frente a las pantallas. Mientras que el 48 por ciento de los adolescentes que afirmaron estar más de 5 horas al día en computadores, tabletas o móviles confesaron sentirse más deprimidos y tener algún vínculo con el suicidio, el 28 por ciento de los que pasaron menos de una hora en internet demostraron tener mejor salud mental.

Las cifras en Colombia también preocupan. El último informe Forensis del Instituto de Medicina Legal demuestra que el número de suicidios entre 2016 y 2017 ha aumentado significativamente. Mientras que para octubre del año pasado 1.662 personas se habían quitado la vida en el país, en el mismo lapso de este año la institución ya había registrado 1.944 casos. De esas muertes, 288 corresponden a jóvenes de 20 a 24 años; 85, a niños de 10 a 14 años; y 103, a adolescentes entre los 15 y 18 años. En total, hasta octubre de este año, ya se han registrado 28 casos de suicidios adolescentes más que el anterior. Una cifra que va de la mano con la preocupación de Carlos Valdés, director del Instituto de Medicina Legal, quien confirmó que la problemática del suicidio viene creciendo alrededor del 1,4 por ciento por año.

Cabe aclarar que las redes sociales tienen un impacto indirecto en el bienestar emocional. Como explica Catherine Salamanca, psicóloga y magíster en Salud Mental de la Universidad León de Barcelona, el suicidio “existe antes de las redes sociales y va a seguir existiendo después”. La relación entre uno y otro obedece a que una persona con predisposición genética corre más riesgo de potencializar sus trastornos mentales cuando hace mal uso de la tecnología. Las redes aumentan las probabilidades de varias maneras. Según Salamanca, la soledad, el matoneo y la presión por aparentar son algunas formas. “En las redes hay una tendencia a proyectar vidas perfectas”. Y en efecto, hace un mes la reconocida influenciadora española Celia Fuentes se quitó la vida, aparentemente, ante la presión que sentía por mantener un estándar de ese nivel. Salamanca, además, señala que la adolescencia es una época de alta vulnerabilidad porque “existe una gran predisposición a compararnos con los demás. La inseguridad hace que creamos que la persona que vemos en pantalla es más feliz que nosotros. Eso aumenta la frustración y todo lo que vemos, así sea positivo, lo asociamos con la tristeza propia”. Un estudio de la Universidad de Copenhague respalda esta teoría. Luego de examinar los hábitos de uso de Facebook en 1.095 personas, los expertos encontraron que aquellos que continuaron visitando esta red tuvieron un nivel más alto de envidia y exhibieron signos de depresión, en contraste con los que no lo hicieron.


De ahí que se hable de la envidia de Facebook para describir esa sensación de tristeza y melancolía que la gente siente cuando observa a sus amigos en viajes o fiestas mientras ellos trabajan. “Estamos más conectados que nunca, pero ¿está haciéndole bien esta conexión a la gente?”, se pregunta Morten Tromholt, autor del reporte. “La respuesta es no. De hecho, el uso frecuente de Facebook está afectado nuestro bienestar en muchas dimensiones”, agrega el investigador. Valdés asegura que el aumento del suicidio en los más jóvenes tiene que ver con el poco control que los padres ejercen sobre el acceso a la tecnología de sus hijos.


Aunque es común que desde los 2 años los niños jueguen con tabletas, computadores y teléfonos inteligentes, más tarde, cuando empiezan a hacer un uso indiscriminado de ellos, el riesgo de tener problemas aumenta. “Los niños no comprenden el impacto real de lo que comparten ni los contenidos que leen. Todo por una falta de educación y prevención de la que deberíamos ser conscientes”, afirma.

A los expertos también les preocupa que mientras más tiempo pasan los jóvenes en estos dispositivos, menos habilidades sociales desarrollan. “Tienen una pésima comunicación interpersonal en su ambiente laboral, social y familiar. Y esto ha hecho que cada día sea más difícil establecer vínculos afectivos con los adolescentes”, dice Valdés. La mayoría de ellos interactúan en espacios virtuales como Facebook, Instagram o Snapchat. Allí ponen todas sus expectativas y cuando no las pueden cumplir, se frustran. Al mismo tiempo, al mantener la mayoría de sus relaciones de modo virtual, se produce un vacío y una melancolía generalizada. La solución no está en dejar a un lado la tecnología, sino en educar a los jóvenes para tomar decisiones asertivas sobre los contenidos que consultan.


“Lo ideal es que sean conscientes del momento en el que Facebook deja de ser positivo y se convierte en un espacio en el que aumenta su insatisfacción, para que pongan una barrera y se autoprotejan”, explica Salamanca. Otro factor de protección es cultivar en los niños una sana autoestima. Según el psicólogo Walter Riso, autor del libro Enamórate de ti mismo, los padres con frecuencia dejan que los hijos se “den con garrote”, cuando en realidad ellos deben enseñarles a felicitarse y a entender que los errores forman parte de la vida.

El reto es lograr que los avances tecnológicos faciliten la vida de los jóvenes, pero sin interrumpirla. Curiosamente, hace pocos días, y ante la evidente problemática, Facebook anunció que aplicará un sistema de alerta temprana para prevenir los suicidios en la red social.


La herramienta, que operará con inteligencia artificial, apunta a reconocer los patrones suicidas en publicaciones y videos, para posteriormente disuadir a los jóvenes de cometer el acto. Es un paso porque, como dice Salamanca, estas redes son invasivas, inmediatas, adictivas y absorbentes, y ese coctel puede potencializar los sentimientos de tristeza, decepción o soledad de los jóvenes. “Por eso, es importante que los padres no desestimen su influencia”.

Fuente: REVISTA SEMANA

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