
A pesar de los desplantes de la oposición de derecha y de su poder económico para coaccionar a buena parte del Congreso, no pudo contrarrestar la respuesta masiva de los ciudadanos de a pie que salieron a marchar de forma masiva por la pronta aprobación de las reformas sociales. Ello, al punto de provocar sin lugar a dudas una de las mayores manifestaciones de la historia reciente de Colombia no sólo en la ciudad de Pereira, sino en todo el país.
De nada valieron las amenazas promovidas por el uribismo, de descontar el día laboral a quienes se hicieron eco del justo reclamo, ni la falsa propaganda mediante la cual se pretendía advertir a la ciudadanía la no adhesión de Risaralda al llamado del presidente de la República, Gustavo Petro. La inmensa mayoría supo interpretar y advertir la relevancia de hacer parte de la jornada cívica, desestimando cualquier retaliación económica o disciplinaria, por estar en juego su futuro laboral, pensional, además de respaldar las medidas del gobierno del cambio votado durante las pasadas elecciones presidenciales.
El éxito se debió en buena medida a que los medios masivos de comunicación, fueron incapaces de ocultar la forma mezquina cómo un grupo de congresistas perfectamente identificados, recibieron 726.000 millones cada uno para tramitar el hundimiento de la Reforma Laboral, aprobada en la práctica.

Este hecho enardeció aún más los ánimos ya de por sí socavados a través de sucesivos golpes institucionales a la voluntad popular, mientras al mismo tiempo, dicho sea de paso, se siguen dando “largas” al proceso judicial contra quien mejor representa los intereses de los sectores reaccionarios del no cambio: Álvaro Uribe Vélez, aún cuando existirían la suma de las evidencias para un fallo condenatorio.
Dicho estado de situación, contribuyó en gran parte al éxito de la jornada del 18 de marzo, constituyendo una durísima respuesta del pueblo colombiano a la pretendida manipulación de los poderes hegemónicos rigiendo la política hasta ahora y el inequívoco respaldo a la aprobación de las reformas sociales. Ello, frente a un Congreso sujeto a los intereses de una minoría dispuesta a no ceder el poder “por las buenas”, saboteando o empeñada en dilatar las demandas de la sociedad con artilugios jurídicos evidentes y de público conocimiento.
Por esa razón el Gobierno no encontró más opción que convocar un plebiscito para mayor fe en su vocación democrática, arriesgándose a “jugar” en el campo de la desinformación, las omisiones o las inexactitudes de una oposición experta en tergiversar los hechos a su favor, cuando bien pudo utilizar otros mecanismos mucho menos populares a la hora de hacer realidad ese propósito.
Sin embargo la masiva adhesión al llamado presidencial, no solamente constituye un contundente nuevo triunfo político de Gustavo Petro, sino del derecho, de la autodeterminación del pueblo decidido a tomar el destino en sus manos, además del consabido “guiño” en respaldo al voto afirmativo mediante la consulta para hacerla valer.
Marcha

Convocada por los partidos y dirigentes del Pacto Histórico, contrario a lo esperado el punto de partida se estableció a las 8.30 de la mañana en Ciudad Victoria, en lugar de la Plaza Bolívar, como se venía realizando en los últimos años.
Aunque a esa hora no habían llegado la totalidad de los convocados, durante el transcurso de las horas fue aumentando el número de manifestantes, el cual avanzó hacia la Avenida 30 de agosto para ser visibilizado desde la Gobernación de Risaralda al pasar por el sector colindante a la Asamblea Departamental.
A esas alturas, ya era posible observar marchantes portando las efigies de los responsables del hundimiento de la Reforma Laboral: Miguel Ángel Pinto Hernández (Partido Liberal), Honorio Miguel Henríquez Pinedo (Centro Democrático), José Alirio Barrera Rodríguez (Centro Democrático), Nadie Blel Scaff (Partido Conservador), Esperanza Andrade (Partido Conservador), Beatríz Lorena Ríos Cuéllar (Colombia Justa Libres), Ángela Paola Agudelo García (Movimiento MIRA) y Sor Berenice Bedoya Pérez (ASI). Todos ellos, identificados con el mote de "enemigos del pueblo".
Desde allí, la multitud entonando cánticos entre música y vivas, tomó la Calle 19 hasta más allá de la Plaza Bolívar, dobló por la Carrera 4ta donde fue objeto de discursos a la altura del Hospital Universitario San Jorge, subiendo hasta la Carrera 8va tras circular en torno al Parque Gaitán.
La manifestación prosiguió hasta encontrar su destino final en la Fiscalía del Registro Civil, como una manera simbólica de dar por sentada la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo colombiano.
Una vez en el lugar, hubo encendidos discursos de referentes políticos, sindicales, campesinos, sociales, de veteranos acompañantes el campo popular y de marchantes, logrando unificar distintos criterios comunes sin la distorsión alevosa de los encargados de desinformar a la ciudadanía, pretendiendo ignorar a las mayorías conscientes de sus derechos inalienables.
Más claro, echarle agua.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*

*Periodista, escritor, poeta, actor y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante del CIRCULO DE POETAS IGNOTOS.
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