Se encontraba una lechucita reposando en el hueco de un árbol muy alto. Desde allí esperaba ansiosa la llegada de la luna para saludarla. Cuando miró al cielo, oh! sorpresa, vio la luna muy triste y llorando.
– “¿Qué pasa mi luna?, ¿qué pasa ojitos de cielo?. ¿Por qué estás tan triste?”.
“No es nada mi amiga lechuza. Estoy triste por sentirme sola”. – “Pero no estás sola, mi lunita blanca. Yo te acompañaré esta noche. Espérame, que pronto voy a estar con vos”.
La lechucita voló muy rápido, chistando y chistando, convocando a todos los animales de la selva. A sus chistidos se le sumaron muchos cantos de aves y otros animales, que se convocaron para juntarse a la orilla del río a escuchar a la amiga lechuza.
– “La luna está muy triste”. – Les dijo la lechuza. – “¿Qué podemos hacer para alegrarla?”.
Un silencio reinó en el lugar por un instante, todos se quedaron pensando. De pronto una voz ronca y fuerte dijo:
– “Tengo la solución. Podríamos hacerle una fiesta de cumpleaños, seguro le alegrará”.
Esa voz era la del yaguareté que se encontraba descansando en el matorral. Los demás escucharon y se unieron en un solo si!! Y empezaron la campaña de convocar a todos los animales de la selva a orillas del remanso.
Muchos llegaban con regalos, frutos, hojas, semillas. Sorpresa se llevó la luna cuando todos los animales de la selva se unieron con cánticos y bailes para ella, que reflejada sobre el lomo del río, vio como todos le hacían una ronda y le acariciaban.
Así pasó una noche muy especial la luna. La lechucita al verla se sintió muy feliz. Las horas pasaron y ya amaneciendo, desde lo alto del árbol, batiendo sus plumas y con mágicos chistidos, despedía nuestra amiga a la hermosa luna.
FIN
Autor: HUGO EL ÁNGEL
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