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Del éxito y del fracaso



Escribe:

UMBERTO SENEGAL*


Presenciamos triunfos y frustraciones, de particulares marchas y contramarchas cuyas intenciones y participantes permiten tomarle el pulso al remezón sociopolítico que vive Colombia; con calles, avenidas y parques, las redes sociales y envíos y reenvíos de WhatsApp como escenarios populares de la protesta urbana; con progresiva y actualizada movilización digital de base, gracias a informadores independientes poniendo en jaque la acostumbrada falsimedia nacional, en contextos de una dinámica de movilizaciones multitudinarias que caracterizan la consolidación del actual gobierno.


Con motivo de las casi paralelas marchas, fue enfático Petro: “El cambio no es posible sin el pueblo. No se eligió a una persona, a Petro en la Presidencia, sino lo que se hizo en una elección es volver al pueblo gobierno, volver al pueblo poder”. Este pueblo-gobierno-y-poder que, hoy por hoy, conectándose no solo a internet sino saliendo también a las calles a reivindicar sus derechos, confronta los acontecimientos políticos sin supeditarse a la enjuiciada y cada vez más descompuesta falsimedia nacional que, por tantos años, manipuló con sus noticieros, revistas y periódicos al pueblo colombiano.


Marchas y contramarchas se escudriñan desde diversos ángulos, facilitando analizar los eventos desde puntos de vista sociales y económicos nada cómodos para las élites colombianas, donde un deslucido expresidente sueña entre estériles marchas con utilizar su liderazgo para aglutinar y radicalizar la oposición contra Petro. La contramarcha opositora, sin estructuras internas ni visibles ni confirmados liderazgos, donde ver a la señora Cabal y al señor Polo fue como ver a Viruta y Capulina o a Laurel y Hardy en sus películas, para quienes tramaron el lacrimoso espectáculo, fue un fracaso total.


Para defender el proyecto que personifica, Petro cuenta con los sectores populares cohesionados como sujeto político capaz de enfrentar la raigambre hegemónica del país. La tradicional oligarquía, las clases altas y medias que no quieren perder su dominio sobre la política del país, con estas contramarchas donde buscan involucrar sectores del pueblo que desprecian, ya no miran prevenidos las manifestaciones populares desde sus canales de TV, sino que optan por salir también a las calles a disputar estos espacios. La sociedad no es una élite homogénea y unitaria, como lo demuestra Schuster.


La realidad social es “diversidad, conflicto y dislocación”. Y este par de marchas, con éxito la que convocó, reunió y mostró una vez más la solidaridad y alianza del pueblo colombiano para con nuestro presidente; y un fracaso rotundo, la segunda, donde ambas sirvieron para visibilizar quién es quién dentro de un fenómeno social y político pocas veces visto en nuestra historia.


Pregunta Federico L. Schuster: ¿Quién protesta?, ¿cuándo protesta, ¿dónde se protesta?, ¿por qué se protesta?, ¿cómo se protesta?, ¿para qué se protesta? Esa contramarcha, representó la prolongación y sustento de injusticias de una élite que ve alterado y cuestionado su poder.


(Publicado originalmente en el portal LA CRÓNICA DEL QUINDÍO

y transcripto por expresa voluntad del autor).


Nació en Calarcá, Quindío, Colombia. Poeta, cuentista, ensayista, educador y editor. Director del Centro de Estudios Robert Walser (Calarcá, Quindío, Colombia). Licenciado en Español y Literatura. Ha colaborado en múltiples periódicos y revistas de Colombia y otros lugares del mundo. Sus haikus han sido traducidos a 12 idiomas. Algunos de sus textos en prosa y verso figuran en antologías dentro y fuera del país. Fundador y Presidente de la Asociación Colombiana de Haiku. Coordinador del Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos, Miguel Castillo Didier. Codirector del Centro de Investigación y Difusión del Minicuento, Lauro Zavala. Vicepresidente de la Fundación Pundarika. Asesor literario y coordinador de Cuadernos Negros Editorial, de Calarcá, Quindío. Ha editado y dirigido varias revistas y periódicos literarios entre ellas la Revista de arte y literatura, Kanora. Ganador de varios concursos regionales de cuento y poesía. Ha publicado 24 libros de poesía, minificción, cuento, haiku y ensayo. Tiene varios libros inéditos sobre Robert Walser. IM: Entre cuento, haiku, minificción, poesía, ensayo o lo que tú denominas cuento atómico, ¿con cuál te sientes más cómodo? ¿Por qué? US: Cada forma literaria de las enunciadas por ti, me satisface a plenitud cuando es con esa expresión verbal, con ese género determinado que mis vivencias, mis emociones, sentimientos e ideas, buscan exteriorizarse por escrito. Cada impresión interior elige, no sé cómo, la forma literaria para concretarse. Del cerebro al papel, ocurre la elección del género. La intensidad de la vivencia adopta una estructura de acuerdo con la conciencia que tenga yo del evento. Surge entonces un haiku. Germina una minificción. El cuento atómico llega como cincelado en la imagen, en el acontecimiento que lo inspiró. Con ninguno realizo esfuerzos más allá de las correcciones adecuadas cuando el texto se convierte en realidad literaria. Todos me son placenteros y con cada uno de ellos, cuando el hecho así lo produce, me siento íntimamente conectado, sin contradicciones de ninguna índole, sin arrepentimientos porque quise decir algo en un género y lo especifiqué en otro. IM: ¿Por qué no le cuentas a nuestros lectores acerca de Robert Walser? US: Sí, contémosle a quien tenga el alma, la conciencia, todos sus sentidos abiertos al máximo, que Walser fue un iluminado zen y nunca lo supo. Nadie se lo dijo en el manicomio de Herisau. Hablémosle al oído, a quien pueda escuchar susurros de este tipo, sobre el mayor y más desconocido (ahora, no tanto) escritor que ha dado el mundo en los últimos cien años. Walser, el escritor de lo superficial, de los detalles visibles y mínimos, abre desde ellos los abismos literarios donde pocos son capaces de descender. Desde la materia, lo cotidiano sensorial, señala senderos sicológicos, metafísicos, filosóficos, religiosos y estéticos a fenómenos del mundo y la vida, de los sentimientos, la soledad, el paisaje, el ser y la nada, que pocos narradores y poetas han trazado para caminarlos como lectores o protagonistas. Cuando se conoce la obra de Walser, es imposible seguir impasible al mundo que nos rodea. Todo se llena de nuevas voces. Nuevas miradas. Nuevas reflexiones. Todo se llena de síntesis pero también de dimensiones nuevas hacia lo real o lo imaginario. Hombre y obra son conmovedores. Te lo aseguro: nadie queda incólume, nadie desea seguir igual cuando ingresa a la obra de Walser. Entre sus múltiples dimensiones literarias, tiene la magistralidad de lo breve. Puedes comenzar por los tres volúmenes de Escrito a lápiz: Microgramas I (1924-1925), Microgramas II (1926-1927) y Microgramas III (1925-1932). Uno de los más bellos estudios sobre su obra y vida, lo escribió Jürg Amann y se llama: Robert Walser. Una biografía literaria. IM: ¿Cuál es la motivación de Cuadernos Negros para publicar microrrelatos? US: Nuestra admiración por el género. El gusto íntimo de leerlos y contribuir a que otras personas los lean y disfruten también. El gozo de fructificar, aunque parte de la cosecha se pierda. Alguna ave se acercará a comer sus frutos. Igual que escribirlos, la nuestra con Cuadernos Negros y su sección de minicuentística regional, nacional e internacional es una acción no premeditada, no comercial, no utilitarista ni con presunciones literarias de ninguna índole. Innegablemente, dejar una huella del género en nuestra ciudad, en nuestro departamento y tal vez en nuestro país. Contribuir a su visibilización dentro de la narrativa y, en particular, dentro del cuento en Colombia y en el Quindío. Es como señalar la aparición del arcoíris a individuos que van de prisa y no les importa el arco, ni el día, ni el mundo donde viven. Por cuanto se refiere a Colombia, a los teóricos que en algún momento escribirán la historia del género, es confirmarles con cada uno de los cuadernos editados -parte de obras más desarrolladas en sus autores-, que en el departamento del Quindío por algún motivo no académico el microrrelato ha tenido, tiene y tendrá raíces recónditas en la literatura y la visión que el hombre contemporáneo posee de la sociedad actual. De toda realidad. De todo imaginario. IM: Atrévete a hacer un listado imprescindible de libros dedicados al microrrelato. US: Seductora tu propuesta. Veinte años atrás, se habría podido hacer, en torno al género en lengua castellana, dicho listado sin vacilaciones ni vacíos. Diez años atrás, se habría complicado la enumeración de autores y obras. Pasos de dinosaurio. Y de por medio habría sido ineludible comenzar a citar a los teóricos, a los comentaristas, a cuantos sin condicionamientos narrativos fueron aproximándose al género desde otros puntos de vista. Cinco años atrás, el listado comienza a convertirse en una torre de Babel. Bodega de Babel. La minificción hace explosión e implosión. Por sobre los criterios editoriales de los grandes empresarios del libro. Por sobre los cuestionamientos de los críticos y los lectores. Por sobre el gusto literario predominante. El viejo canon del microrrelato se derrumba. Los lectores que descubren el minicuento, imponen sus propios gustos. Revelan obras y autores. La minificción se crece a pesar de todos y contra todos. Proteica en sus formas, en sus temas, en su extensión, en su estructura. La minificción clásica y la posmoderna se atraviesan, se inseminan, se mezclan, se enriquecen a partir de los elementos utilizados por autores reconocidos como pioneros y los recursos de millares de jóvenes incursionando en el género, presentando sus propuestas sin temor ni reverencias para con nadie. ¿Listado?... ¡Dios mío, si cada país tiene decenas de buenos autores y no voy a caer aquí en el error de citar aquellos que los antologistas siempre incluyen en sus colecciones eruditas y limitadas! Los estudiosos descubren cada día nuevos narradores, antiguos o modernos, que rindieron culto a dicho género, a veces sin saber qué estaban escribiendo al parir textos breves sin un sitial definido dentro de la narrativa, dentro del cuento o la poesía en prosa. De Colombia, tengo en mi archivo una bibliografía del minicuento con cerca de 1.000 autores quienes, en menor o mayor grado, han incursionado en el género. Y en cada país de Hispanoamérica sucede igual. Solo se requiere comenzar a leer y entender los textos desde tal perspectiva literaria y narrativa, para hallar perlas, tesoros de todo tipo. IM: ¿Hacia dónde va el microrrelato en Colombia? Trázanos un mapa. US: Hacia la madurez técnica y formal del género. Colombia, como México y Argentina, como Venezuela, contribuye a consolidar las diversas variantes del microrrelato en castellano. Nuestros autores, los destacados porque alguien los incluye en un libro atendiendo a su particular gusto, a sus inclinaciones y compromisos o a su capacidad investigativa; y los menos conocidos, porque son poco visibles para los lectores y los timoratos editores con garra comercial solo para la novela o el ensayo, impulsan día tras día por diferentes medios la realidad literaria y genérica del minicuento. En Colombia la minificción tiene identidad específica. A pesar de sus detractores, casi todos ellos desconocedores de sus raíces y su evolución, el microrrelato ocupa lugares privilegiados en universidades, revistas, periódicos, cátedras, estudios, etc. Un recorrido por los blogs, portales, revistas y páginas de todo tipo en internet, puede abrirle los ojos al más insensible de los lectores que subvaloran el género. El microrrelato en lengua castellana es un dinosaurio que camina seguro de sí mismo, sin hacerle daño nadie y sin que ninguno pueda detenerlo o herirlo, desde mediados del siglo XX, hacia la consolidación literaria de un género representativo del pensamiento y la vida del hombre y la sociedad del siglo XXI. Un dinosaurio capaz de transformarse en mariposa, en gato, en mosca, en oveja, en colibrí, de acuerdo con la mirada del observador. IM: ¿Edición tradicional, nuevos formatos, formatos digitales? ¿Cuál es la plataforma más adecuada para el microrrelato en tu concepto? US: Esta es una de las sobresalientes virtudes del género: todas las plataformas son adecuadas para un microrrelato. Cabe en cualquier sitio. Se ve soberbio y seductor en diversos formatos. Desde una arcaica enciclopedia de papel hasta un sencillo celular. En una pared, como grafiti. En un cuadernillo. En un voluminoso libro. En una hoja volante. En la pantalla. En la voz de quien lo relata. Ave para cualquier nido. Ave de todas las estaciones. Donde encuentro un microrrelato, lo saludo con emoción. ¡Son tan visibles, tan discretos pero tan deslumbrantes! Décadas atrás, el libro era su cuna, su pedestal. Sigue siendo uno de sus receptáculos tradicionales, pero el microrrelato se tomó los espacios tecnológicos para configurar una nueva manera de ser leído asimilado, comprendido y observado. Un libro: El Tao-Teh-King. Una película: El ladrón de bicicletas. Una comida: Cualquier variedad de tamal colombiano. Una ciudad: Agarttha. Un deseo: Escribir una noveleta por el estilo de La paloma, La casa de las bellas durmientes o Seda. Un secreto: La técnica sicológica que empleo para escribir un Cuento atómico. Un amor platónico: En realidad, tres: Lolita, Alicia y Caperucita roja. Una frivolidad: Asistir a conferencias donde sus expositores emplean el discurso vacío. Un capricho: La multiplicidad de sentidos en algo que escriba. Un haiku, un cuento atómico. Un insulto: ¡Haces gárgaras con la menstruación de tu madre! Tomado de: http://revistamicrorrelatos.blogspot.com/

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