Menchú ante la mirada atónita de quienes la acompañamos en medio de conferencias y entrevistas, narró cómo varios integrantes de su familia fueron torturados y asesinados por escuadrones de la muerte conformados por militares y policías de su país. Quizás el caso más aberrante fue el de su padre, quien fue quemado vivo en medio de un acto simbólico de protesta. Igualmente el de su madre quien fue fusilada y enterrada en una fosa común. Ella, mientras algunos de sus compañeros indígenas optaron por unirse a grupos rebeldes, se armó de valor para emprender una lucha pacífica por los derechos humanos, denunciando el régimen de su país en el mundo entero y cambiando el sentir de venganza por el perdón y la recuperación histórica de la memoria.
Hoy cuando el proceso de diálogos con las FARC parece estar cada vez más cerca de un acuerdo final, cobran mucho sentido algunas apreciaciones de Rigoberta que guardo conmigo desde aquel entonces. La primera de ellas es tener claro que la paz no se va a conseguir firmando un acuerdo en papel o en mármol con los grupos armados. Mientras siga existiendo desigualdad, pobreza, corrupción y otros tantos males que aquejan nuestro país, difícilmente se podrá alcanzar una paz verdadera, con justicia social o “armonía social” en palabras de Menchú.
En segundo lugar, reconocer el grave error en el que caen quienes se oponen a esa búsqueda del fin de un conflicto que ya tardó medio siglo y cobró más de seis millones de víctimas. Si bien la firma de un acuerdo final no garantiza que en Colombia nadie vuelva a traficar, secuestrar y matar, terminar esa guerra nos ahorrará millones de vidas y nos pondrá a pensar en los muchos otros problemas que tiene el país, como la corrupción que es el cáncer que poco a poco hace metástasis en el pueblo colombiano. Otro de los valiosos aportes de la guatemalteca fue aquel de resaltar el papel de la víctima como protagonista de paz y la no re victimización. Hace unos días, Ingrid Betancourt fue blanco de duras críticas por sumarse a apoyar el proceso y ofrecer su voluntad de trabajar por esa búsqueda de paz. Algunos sectores del uribismo le reclamaron duramente por “perdonar” al grupo que la tuvo secuestrada durante seis años. Aportaba Menchú que la víctima debe ser constructora de paz y convertirse en protagonistas de una salida. Para ella, su lucha además de un Premio Nobel, le permitió alcanzar una salud espiritual y una voluntad personal de perdonar para vivir en armonía.
Yo realmente celebro que tanto Ingrid Betancourt, como Clara Rojas y demás ex secuestrados, hayan decidido acompañar el proceso de diálogos de la Habana. Quien más que ellos tienen la autoridad moral para sumarse a ese deseo de una inmensa mayoría de colombianos quienes nos cansamos del discurso del odio y el miedo. Las victimas tanto de las FARC como del paramilitarismo merecen que sus hijos y los hijos de sus hijos, crezcan en un país sin guerra. Yo estoy convencido que lo último que preferiríamos del fin de ese conflicto, sería votar por alguno de esos señores que hoy están en la Habana, es más, algunas veces repudiamos su cinismo y sus posturas frente a temas de los cuales han sido los mayores victimarios, sin embargo es necesario aprender a perdonar, sobre todo cuando muchos de quienes promueven el odio, jamás han vivido el horror de la guerra y la han visto a medias contada por la gran prensa colombiana. Un país medianamente en paz debe nacer pronto y un acuerdo final entre ambas partes solamente será un punto de partida para encontrar aquel camino de la paz del cual hablaba Gandhi.
Luchando por la paz en Colombia
Históricamente, el modelo de negociación de paz en Colombia no ha sido comprensivo o integral, porque con cada guerrilla se ha llegado a soluciones parciales. Además la experiencia colombiana muestra una relación directa entre los pactos de paz y la convocatoria de consultas populares; esto se repite en el momento de hacer la paz con las FARC, cuando se está convocando al plebiscito.
En Colombia se han sucedido dos fases históricas de conflictos bélicos y expresiones de violencia generalizada:
- La primera corresponde a la guerra irregular y la violencia degradada entre conservadores y liberales que comenzó entre 1946 y 1948 y se superó mediante los acuerdos entre dirigentes de estos dos partidos en 1957.
- La segunda fase corresponde a la confrontación entre el Estado y las guerrillas de izquierda, que se originó en 1964 pero tuvo raíces en el período anterior. El cierre parcial de este ciclo se dio con los pactos de paz al inicio de los años noventa y ahora se busca su finalización definitiva.
La paz de los cincuenta
![]() Episodio de protestas violentas el 9 de abril 1948, llamado el Bogotazo. Foto: Wikimedia Commons |
La confrontación liberal-conservadora fue altamente degradada e involucró a amplios sectores de la sociedad.
En 1953 estos partidos decidieron sustituir el gobierno conservador autoritario por el gobierno militar de Rojas Pinilla, concebido como una forma de transición a la paz. Rojas expidió amnistías a la Fuerza Pública y a las guerrillas (mayoritariamente liberales y minoritariamente comunistas) y consiguió la desmovilización de la mayoría de sus contingentes. Sin embargo este gobierno derivó en dictadura y fue derrocado por un movimiento cívico que impulsó el acuerdo liberal-conservador para sellar la paz, suscrito entre Alberto Lleras y Laureano Gómez en España en 1957.
Este pacto de paz bipartidista convocó con éxito un plebiscito que consagró el régimen del Frente Nacional, en el cual:
- Se entregó la exclusividad para acceder al gobierno y al Estado a estos dos partidos por 16 años,
- Se nombró una Comisión de Esclarecimiento sobre La Violencia (que no consiguió cumplir su mandato al imperar un pacto de silencio sobre lo acontecido), y
- Se llevó a cabo un precario programa de reinserción para más de seis mil excombatientes.
Aunque en ese momento cesó el conflicto bélico entre los partidos, pronto se reactivó la guerra ante la ausencia de garantías para los amnistiados y ante los cercos del Ejército contra zonas campesinas que tenían organizaciones de autodefensa.
La paz de los noventa
El Frente Nacional cerró el régimen político, sin dar soluciones al campesinado desplazado y despojado, y sin poder garantizar la seguridad de la población amnistiada. Los consiguientes operativos contrainsurgentes fueron estimulados por el discurso anticomunista, de manera que la corriente socialista nacional e internacional ayudó a reactivar los núcleos guerrilleros en zonas campesinas. Esto dio lugar a la segunda fase de la guerra irregular, ahora contra las FARC, el ELN y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
Unos años más tarde se sumó a esta lista una guerrilla inicialmente urbana y luego rural llamada M19, surgida en respuesta a la denuncia de fraude electoral contra Rojas Pinilla en la elección presidencial del 19 de abril de 1970.
Tras dos décadas de confrontación bélica el gobierno Betancur suscribió pactos y treguas con las FARC, el EPL y el M19 en 1984, iniciando las políticas de paz que harían posibles los diálogos posteriores entre gobierno y guerrillas. En ese momento:
- Las FARC reclamaron garantías, reforma agraria y reformas sociales;
- El EPL propuso una asamblea nacional constituyente para reformar el régimen político; y
- El M19 exigió reformas políticas y en la justicia.
Sin embargo, las élites rechazaron estas demandas por proceder de las guerrillas, la Fuerza Pública no acató la orden presidencial de cesar el fuego, y las propias guerrillas no adoptaron la decisión estratégica de pasar a la política. Así fracasó este primer experimento de paz.
Al finalizar los años ochenta el presidente Barco sufrió una crisis de gobernabilidad ante la intensificación del conflicto armado, el impacto humanitario de la “guerra sucia” paramilitar y el terrorismo del narcotráfico. Entonces se produjo una coyuntura excepcional. La presión de la sociedad civil llevó al gobierno Barco a adoptar una política de paz que permitió un acuerdo definitivo con el M19. Además, el movimiento estudiantil por la Séptima Papeleta exigió convocar una Constituyente con un número de votos superior a los que eligieron al presidente Gaviria.
El EPL, junto con las milicias regionales del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento Armado Quintín Lame, demandó convocar la Constituyente para suscribir nuevos pactos de paz definitivos. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia habilitó la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 que revocó al Congreso y expidió una nueva Constitución.
Gracias a este proceso más de 5.500 excombatientes de la insurgencia fueron amnistiados y vinculados a la vida civil, se realizó la Constituyente y se promovieron proyectos políticos de izquierda. Sin embargo, los excombatientes amnistiados sufrieron ataques desde varios sectores ante un débil marco de garantías y debido a la incapacidad del Estado para recuperar los territorios donde antes habían actuado las guerrillas acogidas a la paz. Así, muchos cayeron víctimas de la incursión de otras guerrillas o los paramilitares.
Aunque el proceso constituyente tuvo logros importantes y cambió el espectro político y las posibilidades del movimiento social, el conflicto armado se prolongó y sus efectos se multiplicaron. Las FARC, el ELN y una pequeña fracción disidente del EPL mantuvieron las hostilidades con acciones que incluyeron frecuentes violaciones al derecho humanitario.
Además sobrevino (con responsabilidad estatal) la expansión paramilitar, la cual ocasionó nuevas víctimas entre la oposición de izquierda, los liderazgos sociales populares y la población campesina en zonas de actuación histórica de las guerrillas.
![]() Carlos Pizarro, líder del Movimiento del 9 de Abril, M-19. Foto: Facebook M-19 |
El acuerdo con las FARC
Fracasados los diálogos de San Vivente del Caguán, impulsados por el presidente Andrés Pastrana, los sucesivos gobiernos intentaron durante una década (2002-2012) aniquilar militarmente a las FARC. La guerrilla fue entonces golpeada, pero se replegó y desde 2007 recuperó su capacidad de respuesta en condiciones estratégicamente desfavorables.
Sin embargo, el presidente Santos retomó la posibilidad de la solución política, pues persistir en la vía militar podría implicar varias décadas de conflicto. Por su parte las FARC flexibilizaron sus propuestas para llegar a un entendimiento.
Así, después de un año de conversaciones secretas el gobierno y la guerrilla suscribieron en 2012 un “Acuerdo para finalizar el conflicto y construir una paz estable y duradera” que definió la agenda temática, las reglas de juego y el acompañamiento internacional al proceso de paz.
Vinieron entonces cuatro años de intensas conversaciones en La Habana, hasta concluir este año el conjunto de los acuerdos en materia agraria, participación política y social, superación de las economías ilegales, derechos de las víctimas, marco jurídico y compromisos para finalizar las hostilidades, así como la implementación y mecanismos de verificación con el concurso de la ONU y otros organismos internacionales.
Sin ser un requisito legal, el gobierno Santos y las FARC incluyeron en el Acuerdo la convocatoria a un plebiscito para que la ciudadanía refrende o rechace el pacto de paz. Aunque la mayoría de la población y casi la totalidad de los partidos políticos respaldan este acuerdo, todavía existe un margen de incertidumbre sobre los resultados electorales que se producirán a favor del Sí o del No este 2 de octubre.
Si se consigue el respaldo popular al Acuerdo Final se aplicará un cronograma para que las FARC dejen las armas, pasen a la vida política, reintegren sus combatientes a la vida civil y se aplique el conjunto de los acuerdos pactados.
Pero para cerrar definitivamente la guerra falta un acuerdo de paz con el ELN, así como desmantelar las expresiones subsistentes del paramilitarismo. Con el ELN ya se produjo un acuerdo inicial que definió la agenda y el acompañamiento internacional de un proceso de conversaciones.
Lamentablemente, el diálogo gobierno-ELN se empantanó cuando esta guerrilla quiso mostrar presencia militar con acciones que incluyeron la toma de rehenes y los secuestros, lo cual le acarreó altos costos políticos y debilitó las posibilidades del apoyo a este proceso. Sin embargo, se espera que pronto se instale de forma definitiva esta mesa y se aplique la exitosa dinámica de des-escalamiento militar que dio resultado con las FARC.
En resumen, en Colombia se han mezclado los legados de la paz hecha y de la paz pendiente. Por eso, la Constitución de 1991 es la piedra angular para el postacuerdo, sin que se descarte la posibilidad de convocar otra constituyente para consolidar los requisitos institucionales de la construcción de la paz.
Ahora la ciudadanía tiene en sus manos la posibilidad de poner punto final al conflicto con las FARC, aunque con la claridad de que si bien los pactos de paz entre los actores de la guerra son condición necesaria para la paz, esta no será posible sin la movilización de la sociedad y sin el compromiso integral de las instituciones nacionales.
Acerca de la guerra en general
A continuación, el pensamiento de algunos pro hombres de la historia, quienes se refirieron a la inconveniencia de la guerra en el mundo entero:
- 1. Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras. *Cicerón*
- 2. Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren. *Jean Paul Sartre*
- 3. El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, ésta establecerá un fin para la humanidad. *John Fitzgerald Kennedy*
- 4. Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos. *Bob Marley*
- 5. No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la Cuarta Guerra Mundial: palos y mazas. *Albert Einstein*
- 6. Una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual. *Martin Luther King*
- 7. La guerra no es más que un asesinato en masa, y el asesinato no es progreso. *Alphonse de Lamartine*
- 8. Si ha de haber conflictos que sea mientras yo viva, que mi hijo pueda vivir en paz. *Thomas Paine*
- 9. La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran. *Paul Valéry*
- 10. La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido. *Friedrich Nietzsche*
- 11. Inteligencia militar son dos términos contradictorios. *Gray Marx*
- 12. Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba. *Heródoto de Halicarnaso*
- 13. La guerra es un mal que deshonra al género humano. *Fénelon*
- 14. Para hacer la Paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno sólo. *Arthur Neville Chamberlain*
- 15. Se tardan veinte o más años de Paz para hacer a un hombre y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo. *Balduino I*
- 16. La guerra es una invención de la mente humana y la mente humana también puede inventar la Paz. *Winston Churchill*
- 17. La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz. *Thomas Mann*
- 18. Un estado en guerra sólo sirve como excusa para la tiranía doméstica. *Aleksandr Solzhenitsin*
- 19. El gran Cartago lideró tres guerras: después de la primera seguía teniendo poder; después de la segunda seguía siendo habitable; después de la tercera… ya no se encuentra en el mapa. *Albert Camus*
- 20. El único medio de vencer en una guerra es evitarla. *George Catlett Marshall*
- 21. Cada día en Colombia hay mas vidas truncadas, nuevos huérfanos, nuevos horrores, nuevas soledades. En este mismo instante hay en Colombia petróleo crudo tiñendo la vida del color de la muerte. Hay bosques ardiendo. Hay niños que tiemblan cuando ladran los perros. Hay una orgía incontenible de violencia y de muerte. Pero también, en este mismo instante, hay esperanza, hay deseo, hay voluntad de paz, hay confianza. Hay vida, el reto es defenderla, facilitarla, compartirla, mejorarla. El reto es que nuestros hijos hereden nuestras esperanzas, no nuestros horrores.